El ámbito de los negocios se basa en valores morales: la confianza, la libre (y honesta) competencia, la justicia en los contratos. Cuando una empresa hace esfuerzos de todo tipo para tener “buena imagen”, no sólo le interesa la imagen de eficacia; también la de confianza y honradez. Una empresa no es nada si la gente no se fía de ella.
Entre algunos directivos de empresa se advierte una cierta insensibilidad, abierta antipatía o cierto cinismo, hacia los planteamientos éticos. Tendrían que preguntarse qué entienden por ética. La ética no es una perspectiva de límites, de negaciones, de rechazo a las novedades y a las innovaciones. Lo ético es afirmación, introducción de calidad (humana, en primer lugar), visión amplia. Por eso no hay nada más falso que contraponer la ética a la eficacia. Si la eficacia lleva a hacer las cosas bien, lo ético impulsa a hacer bien el bien.
A veces se ha comentado que las grandes innovaciones de todo tipo (técnicas, teóricas, organizativas, de internacionalización de la economía, etc.) convierten en obsoletas las normas éticas, pensadas para un mundo más estático. Pero basta traer aquí las normas que recogía Ulpiano (honeste vivere, alteri non laedere, suum cuique tribuere, vivir con honradez, no dañar al prójimo, dar a cada uno lo suyo), para darse cuenta de que la naturaleza humana es la misma a lo largo de los siglos. Elemental es también la llamada regla áurea de la ética (“No quieras para otros lo que no quieres para ti”), de imperturbable vigencia: bastaría su práctica generalizada para solucionar la mayor parte de los problemas humanos.
Un buen gestor de empresa no necesita grandes estudios para dar con soluciones éticas. Le basta poner en práctica las normas hasta aquí recogidas (y alguna otra como que el fin no justifica los medios). Buen gestor: ese calificativo tiene los dos sentidos, de excelencia en la dirección y en lo moral. Las dificultades de las soluciones éticas son prácticas: superar la tentación de la trampa, en sentido amplio. Todo el que hace trampa piensa que ha tomado un atajo; y lo es, pero un atajo hacia la injusticia y la inmoralidad. Decía San Agustín que si no había justicia, los grandes reinos no eran otra cosa que grandes latrocinios. Si no hay ética en la empresa, sigue siendo empresa, pero ya no es de fiar.
Eso sí: la ética es una de esas realidades que se desgastan cuando se habla demasiado de ella. La ética quiere realidades positivas, sin necesidad de autoseñalarse indicando que así son. La ética es, por eso, una brújula interior, una concepción de fondo; alumbra, desde dentro, cualquier realidad de la vida de la empresa,
La ética debería ser una práctica sistemática en la Dirección de la empresa. No sólo ayuda a producir buenos resultados, además es una garantía de buen futuro.
Fernando Fernández Rodríguez
Presidente de AEDOS
Amigo y colaborador de Cardona Labarga
Autor: Fernando Fernández Rodríguez