La mayoría de las pocas empresas que están surgiendo ya no son grandes organizaciones orientadas a la producción masiva, más bien se trata de organizaciones de servicio, comercio o intermediación, generalmente, sociedades limitadas con poco capital y generación de empleos. Incluso, muy pocas de ellas son sociedades anónimas.
Sin embargo, la cadena de todo el desarrollo es generada -justamente- por los pequeños emprendedores. Ellos, con sus proyectos (para muchos poco rentables en ese momento), inician el proceso y asumen el riesgo, haciendo crecer sus empresas, las que luego de llegar a un punto de desarrollo están sujetas a ser compradas por grandes conglomerados. Muchas mueren en el intento.
Ser un empresario, significa en sí, asumir riesgos personales que en muchos casos comprometen el patrimonio personal, cometer errores y,finalmente, poseer una perseverancia a toda prueba. Un empresario siempre se pregunta ¿Por qué cometer los mismos errores, si hay tantos nuevos errores por cometer? Cuando el riesgo que se asume, involucra bienes de terceros y no los propios, se trata verdaderamente de accionistas, inversionistas, dueños o quizá ejecutivos, pero no de un empresario. Ambos constituyen los eslabones más importantes en la creación de nuevas empresas y, por consiguiente, de fuentes laborales, unos lo hacen a costa de manejar sueños y nuevas ideas, dispuestos a transformar lo que no existe en un producto o servicio que satisfaga a miles de personas. Otros lo hacen colocando en juego su prestigio profesional y su cargo.
Los nuevos emprendedores en Chile
Como en el mundo de los negocios los grandes "nichos" ya se encuentran llenos, está surgiendo un nuevo tipo de empresario, el entrepreneur, galicismo que lo identifica en todo el mundo. Es el empresario del Siglo XXI, aquel capaz de detectar los negocios de "sintonía fina" que emergen en la sociedad del conocimiento en que vivimos.
Steve Jobs, recientemente fallecido, se hacia llamar “entrepreneur”. Esta nueva filosofía de negocios, conocida como entrepreneurship o emprendedorismo, ya se enseña en las universidades latinas y chilenas y constituye un paradigma nuevo en los negocios. Se basa en variables, como el riesgo, los errores, los fracasos y la pasión por una idea, que puede surgir como algo absurdo o imposible de lograr, pero que constituye la nueva esencia en el estilo en que se está forjando la capacidad emprendedora en nuestro país.
La acción emprendedora nace con un sentimiento de insatisfacción de la persona, principalmente, con lo que le está pasando en su carrera profesional. Un sentimiento de frustración y disgusto que en algunos casos no lo deja dormir, lo torna irritable. Nace el deseo de dejar una marca en la vida, algo que lo sustente en el futuro, una razón para sentirse importante. Comienza así la búsqueda de algún producto o servicio que pueda generar el desarrollo de un nuevo negocio, que solucione el problema a un consumidor.
En este sentido, considérense los grandes éxitos desarrollados en los últimos años por entrepreneurs en las áreas de la biomedicina, servicios, telecomunicaciones, computación, internet y otros, que estuvieron dispuestos a asumir riesgos, endeudarse financieramente, asumir responsabilidades para las que no se habían preparado ni se las habían enseñado en la universidad: desarrollar planes de negocios, dejar sus trabajos seguros y comprometer a la familia en proyectos considerados por muchos como riesgosos y poco probables de tener éxito.
En síntesis, el entrepreneurship es una actitud positiva hacia la gestación de negocios, constituyendo una tecnología que se puede aprender, rompiendo así con el paradigma clásico de que se "nace bueno para los negocios".
Actualmente, un alto porcentaje de los jóvenes universitarios, sobre todo en carreras económicas, desean ser un entrepreneur. En verdad está emergiendo una cultura emprendedora de proporciones, donde muchos chilenos están optando por iniciar sus propios negocios, superando la creciente cantidad de trabas legales, tributarias y de todo tipo, la falta total de políticas estatales de incentivo al desarrollo de fondos de capital de riesgo que apoyen los nuevos negocios. Aquellos sin historia y que se basan en un proyecto viable.
Lo que actualmente existe es ineficiente y sólo constituyen aportes de capital a negocios que ya funcionan. Este fenómeno se verifica más entre la gente joven de espíritu y en una corriente de ex-ejecutivos y profesionales que están creando nuevas oportunidades en empresas de servicio, comercio, conocimiento, información y valor agregado en el área fabril. Son gente sin historia empresarial y, por lo tanto, no reconocida por los agentes financieros tradicionales, más bien trabajan con recursos propios o con capital de riesgo que les aportan otros osados empresarios o inversionistas, apostando al éxito del emprendimiento.
La cuna del entrepreneurship, también definida como desarrollo empresarial moderno, está en el Silicon Valley, una localidad ubicada a unas 15 kilómetros al sur de San Francisco. Ahí, un ejército de entrepreneurs trabajan con participación accionaria y,generalmente, en sus casas, creando nuevas ideas para empresas como Atari, Hewlett Packard, Apple Computer, Xerox, Digital Equipment, nutridos por la Universidad de Stanford.
Steve Jobs creador de los computadores personales que todos tenemos hoy sobre nuestros escritorios, nos resume su ingreso al selecto club del Valle del Silicio o Silicon Valley, "Entonces nosotros fuimos hasta la Atari y les dijimos: Miren, conseguimos este aparato sorprendente juntando unas piezas de sus propias máquinas. ¿Cómo encuentran la idea de financiarnos y nosotros le damos el proyecto a ustedes? Paguen nuestros sueldos y nosotros trabajamos para ustedes. Ellos dijeron: no. Entonces, nos fuimos hasta la Hewlett Packard y ellos dijeron: ¡Miren, nosotros no necesitamos de un par de mocosos que ni siquiera han salido de la Universidad!”. Firman: Steve Jobs e Steve Wozniak, intentando interesar a Atari y HP en la producción de un aparato extraño que ellos habían inventado en el garage de su casa, el computador personal. Todo esto transcurría en 1976.
Fernando Vigorena
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