La identidad es “el conjunto de rasgos que individualizan y nos permiten distinguir a una persona de otra confirmando que esta es realmente quien dice ser, ya sea en el ámbito legal, familiar o digital”.
La construcción de una identidad requiere esfuerzo y tiempo, y una especial sensibilidad para entender que nuestros actos tienen repercusión en los demás. No es sencillo crear una imagen reconocida por el otro con la que, además, estemos a gusto y que nos pueda acompañar muchos años.
Hasta hace poco, configurar la identidad personal era, en general, algo tan complicado como lo ha sido siempre pero, al menos, sólo había que gestionar, en la mayor parte de los casos, una única realidad: nuestro entorno personal cercano.
Sin embargo, desde 2004 Internet se ha vuelto tan sencillo en su uso y tan popular que un importante número de personas en todo el mundo ha dejado ya algún tipo de huella en la Red. Tal vez sin darse mucha cuenta, y quizá sin valorarlo demasiado, han comenzado ya a esbozar su identidad digital.
Una participación en algún blog, microblog o foro, una conversación por chat, alguna publicación electrónica donde se cite el nombre, donde se comenten la profesión o los gustos personales, la manera en la que se escriben los correos electrónicos o, más sencillo, la relación de búsquedas en un buscador de Internet, van conformando lo que poco a poco se convierte en la identidad en la Red.
¿Qué valor se le da a la identidad digital?
Hace un tiempo, surgió la polémica por el cambio aparentemente abusivo de la política de uso de Facebook, la popular red social que cuenta con más de 200 millones de usuarios registrados en el mundo.
Los nuevos términos otorgaban a la compañía derechos totales sobre el contenido de sus usuarios, incluso el privilegio de la explotación comercial, aún si la persona eliminaba su cuenta. La noticia se difundió rápido por la Red y causó bastante malestar entre los usuarios, sobre todo porque no se hizo mención a la propiedad de los contenidos cuando Facebook anunció previamente los cambios en sus políticas de uso el pasado 11 de febrero.
El resultado fue una verdadera ”revolución” de los usuarios, que se unieron usando la misma plataforma Facebook para recoger firmas y adhesiones contra las nuevas políticas de la compañía. Días después, Facebook daba marcha atrás y recuperaba su anterior política de uso, pero ¿cuál es realmente el problema?
Evidentemente, a los usuarios de Internet les gusta pensar que tienen o que deben tener el control absoluto sobre aquella información que define su identidad digital o que, simplemente, “les pertenece”’. Sin embargo, tener el control absoluto y la propiedad sobre su información personal para desactivarla en cualquier momento puede no ser compatible con la posibilidad o, mejor dicho, la funcionalidad de compartirla con otros.
En un mundo digital como el actual, las facilidades que otorga la Red también imponen unas condiciones que antes no existían: todo lo que se dice en la Red es persistente potencialmente para siempre y no es sencillo trazar por dónde viajan los contenidos una vez que se han hecho públicos. Cualquier persona del círculo más cercano puede acceder a las fotos, opiniones o contenidos de otra y copiar lo que quiera en su zona personal, que luego puede ser pública a otras personas. Con el tiempo, la cadena de amigos puede llevar estos contenidos muy lejos, y después de muchos años, pueden seguir circulando por Internet aunque haga tiempo que el autor original se dio de baja de su red social, borrando ‘todos’ sus contenidos. Esto en el mundo físico no pasaba.
Realmente no hay una salida clara para este problema de gestión de la identidad en un entorno compartido como es ahora Internet. Facebook ha propuesto como solución crear grupos de trabajo que ayuden a definir las políticas a aplicar entre todos y que, de esta manera, los propios usuarios se hagan conscientes y corresponsables de los ‘problemas’ asociados a compartir información personal en la Red.
En el proceso de creación de la identidad digital hay mucho de prueba y error. En la actualidad, no hay muchas referencias a las que se pueda acudir para ayudar a gestionar “la marca personal en la Red”. Los límites han de ir siendo descubiertos por los propios internautas, decidiendo qué información sobre ellos mismos dejan ver a toda la comunidad y eligiendo las herramientas a usar y cómo, para mostrar según qué atributo de identidad.
Está claro que el sentido común impone que no hay que subir a Internet información que no se quiere difundir, ya sean fotos, números de teléfono, datos personales en general, etc. Y es que compartir información en la Red es muy fácil, pero otra cosa es intentar eliminarla una vez que ya se transmitió y socializó.
Conclusión
Cada vez tiene más peso la identidad digital a la hora de configurar la identidad personal. Se comienza a configurar desde el primer rastro que se deja en Internet, que no tiene por qué haber sido dejado por la propia persona. Y es que, aunque no se quiera, puede que la identidad digital se esté gestando en la Red sin control o sin conocimiento, por lo que parece que tiene sentido que se ponga algo de cuidado en estas cosas, o que al menos, se les preste atención.
En estos momentos, uno de los grupos más vulnerables en la gestión de la identidad digital son los jóvenes, precisamente por el importante uso que hacen de las nuevas tecnologías y las pruebas constantes de nuevas formas de comunicarse e identificarse. Sin duda, la mejor manera de ayudarles es complementar su formación con un proceso de alfabetización mediática, que les ayude, no ya a usar las herramientas (en esto, en general, no tienen ningún problema), sino a saber hacer y a saber ser en la Red a través de ellas. En esta tarea, los padres y los educadores juegan un papel esencial, ya que tienen que concienciar a sus hijos de la necesidad de ser responsables a la hora de usar las tecnologías ayudándoles a trabajar en sus competencias digitales.
Cada vez más, va a ser necesario guiarles y supervisarles hasta que tengan la madurez necesaria para viajar solos por Internet. Del mismo modo que esta supervisión es común en otros ámbitos de la vida de los adolescentes, la Red y el uso de las tecnologías tiene que ser otro campo que los educadores no pueden olvidar para educar y formar integralmente al individuo.
En la Red pueden quedar reflejados para siempre pensamientos, conversaciones, amistades, ideales, etc. Ahora más que nunca es aplicable la frase que pronunciara el protagonista de la película Gladiador, Máximo Décimo Meridio: “Lo que hacemos en esta vida, tiene su eco en la eternidad”.
Autor: Ruth Gamero es Analista asociada ENTER – IE