De aquí en adelante la regla será vender emociones. En los días de hoy la emoción es un bien precioso que puede valer mucho dinero. Nuestra sociedad está emocionalmente enferma. Hay señales de un creciente malestar emocional. Vivimos una verdadera guerra espiritual.
Estamos al tanto de lo que pasa al otro lado del mundo, pero aún poco conocemos de nuestras emociones.
Partiendo de esa premisa, es hora de vender alegría y emoción, y las empresas deben, en régimen de urgencia, generar conciencia de que necesitan causar impacto, impresionar y, si es posible, conmover a sus clientes.
Estructure con su equipo, una rutina de atención y análisis para saber si la forma en que se está atendiendo a sus clientes obedece a esta premisa.
Pregúntese:
“¿Nuestra atención y rutina es común y fría?¿Cómo esta atendiendo su telefonista?¿Su vendedora?
¿Cómo esta siendo percibido su personal administrativo por sus clientes?
Algunos hasta creen que no necesitan vender nada a nadie.
¿Usted sabía que una buena atención puede ayudar a fracasar una empresa?
¿Usted ya fue víctima de un funcionario que le echó a perder su día?
La mala atención aumenta los latidos cardiacos. La empresa que haga sentirse único a un cliente estará en ventaja con la competencia.
La mayoría de las veces, emocionar un cliente es una cosa simple, depende mucho de la actitud. En cualquiera empresa, servir un café expresso en el momento de la atención hará la diferencia.
Es necesario entender algunos aspectos fundamentales en el comportamiento del ser humano que afectan dramáticamente el mundo de los negocios: las personas no compran por razones lógicas, y si por razones emocionales. La lógica hace que las personas piensen, la emoción hace que las personas compren.
El ejecutivo o empresario que ignora el poder de las emociones es miope. No se construye una empresa de éxito con un liderazgo y funcionarios comprometidos en un 50%.
Los cambios que nos envuelven pasando de la racionalidad que nos trajo la era fabril hasta el mundo de hoy, en vez de potenciarnos nos están haciendo perder la capacidad de provocar emociones a nuestros semejantes.
Debo recordar al lector que la emoción es producto del entusiasmo. Pero es imposible emocionar a alguien si no se está entusiasmado. Estoy cierto de que el cliente compra entusiasmo antes de adquirir un producto o servicio.
No debemos olvidarnos de que todos somos negociantes de palabras. Una palabra es apenas un simple sonido si no estuviere rellena de emoción; y esta por su vez, construye la diferencia.
Autor: Fernando Vigorena / Conferencista Internancional